La máquina, el amor y Marcel Proust
Comisariado por Alexandra Laudo (Heroínas de la Cultura)
“(…) encerrado en su piso de París, tal vez acostado en la cama, rodeado de almohadones, envuelto en ropas de abrigo, Marcel Proust escucha por teléfono la transmisión de una ópera. (…) Proust, entusiasta de todos y cada uno de los inventos más modernos de su tiempo -el teléfono, el aeroplano, el automóvil…- se había suscrito a una novedad reciente que permitía asistir a la ópera, al teatro o a un concierto sin necesidad de moverse de casa, y que a pesar de su éxito se ha borrado de nuestra memoria tecnológica, aunque tenía un nombre muy prometedor: el teatrófono.”
Extracto del artículo de Antonio Muñoz Molina “Entre Wagner y Proust”, publicado en El País el 9 de abril de 2013.
Tal como explica el escritor Antonio Muñoz Molina, Marcel Proust fue uno de los muchos aficionados al Theatrophone, un servicio de transmisión de óperas, conciertos y obras de teatro por teléfono que estuvo operativo en algunas ciudades de Europa entre 1880 y 1932. El Theatrophone, que como aparato podría ser considerado un antecesor del iPod, y que como servicio anticipa plataformas actuales de transmisión de contenidos musicales, como la popular Spotify, fue uno de estos inventos destacados -pero también olvidados- de la historia de las relaciones entre tecnología y cultura. Un aparato como el Theatrophone, además de promover el acceso en streaming a ciertos contenidos musicales, promovía una relación de proximidad o incluso de intimidad con la máquina, con el aparato mediador, y en cierto modo anticipaba la relación estructural y dependiente que en nuestra cotidianidad tenemos con ciertos dispositivos tecnológicos, los cuales en gran medida articulan nuestra relación con el mundo y con los demás.
A lo largo de los tiempos, los aparatos han mediado el acceso que los humanos tenemos a ciertas manifestaciones artísticas. Dispositivos tales como gramófonos, radiocasetes, discman, iPods, proyectores de cine, televisores, tablets, ordenadores personales, Kindles y smartphones han sido el medio y a menudo también el soporte que nos ha permitido escuchar música, ver películas o leer textos literarios. A menudo se ha entendido esta mediación en un plano estrictamente tecnológico, pero es interesante pensarla también en términos creativos y de autoría: en su función de mediación y reproducción, la máquina se convierte en un agente que también interviene en los contenidos y el discurso artístico. También es pertinente pensar en este uso de la máquina en términos afectivos: en las relaciones de proximidad y casi intimidad que establecemos con ciertos aparatos, estos modelan la forma como nos relacionamos con el mundo y con los demás e inciden en nuestra manera de querer. Actualmente, además, los robots están cada vez más integrados en el mundo del trabajo y la producción, y muchos teóricos auguran un futuro en el que la inteligencia artificial sustituirá el trabajo humano en muchas esferas laborales y en muchos ámbitos de nuestra vida. En este contexto, es quizás apropiado preguntarse sobre la agencia performativa de la máquina y su capacidad de pensar y operar artísticamente.
¿Pueden los robots ser artistas? ¿Pueden ser artistas performers? Cuando aprendemos a amar el arte, al mundo y a los otros a través de las máquinas, ¿también estamos aprendiendo a amarlas a ellas? Y las máquinas, ¿aprenderán a amarnos a nosotros?
El amor, la máquina y Marcel Proust es un intento de pensar en estas cuestiones desde la especulación artística, el humor y la melancolía. Cada una de las performances que integran este programa tiene como elemento central uno o más aparatos pertenecientes a la historia de la tecnología de los siglos XX y XXI: un ordenador, un smartphone, un Tamagotchi, un robot de inteligencia artificial… La máquina, el amor y Marcel Proust es un intento de pensar en estas cuestiones desde la especulación artística, el humor y la melancolía.
Laura Llaneli – Lovelace
En la performance Lovelace, Laura Llaneli compone música en directo haciendo uso de códigos de programación computacional y de software libre, mientras nos habla del lenguaje y de sus limitaciones para designar la realidad, de las diferencias entre la voz humana y la voz maquinal, y de las relaciones de erotismo y seducción que establecemos a través del texto y del habla.
Lovelace es el apellido de Ada Lovelace (1815 – 1852), una matemática y física inglesa considerada la primera programadora de la historia, autora del primer algoritmo. Lovelace es también el apellido de Linda Lovelace, actriz de cine porno y protagonista del filme Garganta profunda (1972), referente en este género cinematográfico. Lovelace podría traducirse como «hilo de amor» o «cordel de amor «, algo que sirve a Llaneli para relacionar el lenguaje de programación de los ordenadores con las teorías de Roland Barthes sobre texto, placer y deseo.
Conectando estas referencias múltiples y dispares, la performance de Laura Llaneli nos habla de código computacional, texto, erotismo y amor desde el feminismo y la política del lenguaje.
Mar Medina – Manejar el hacer líquido de forma indisciplinada
El trabajo performativo de Mar Medina se nutre de sus estudios en Historia del arte y de su formación como bailarina a nivel internacional, e investiga la capacidad del cuerpo y el movimiento para articular un discurso sensible, no verbal, donde el pensamiento es acción y el cuerpo es texto. Manejar el hacer líquido de forma indisciplinada es un trabajo performativo que se apoya en el movimiento y en el uso de diferentes aparatos electrónicos (entre otros, un controlador Midi Korg, un micrófono, tarjetas de sonido, un ratón inalámbrico y una máquina de hacer masaje) para activar una composición sonora generada progresivamente, por acumulación de sonidos. A pesar de ser una pieza interpretada por un único ser humano -la misma Medina- la autora subraya que no se trata de un solo, sino de una coreografía interpretada por ella y por todos los aparatos que utiliza en escena, en los que reconoce una agencia performativa propia que incide creativamente en la propuesta final.
Idea y acción: Mar Medina.
Diseño de sonido: Tirso Orive.
Kay Schuttel – Stand by
Stand by es una performance durativa, realizada por seis intérpretes. Situados en un espacio al cual el público inicialmente no puede acceder, los performers usan portátiles, móviles y tablets, bajo la observación de los espectadores. A pesar de esta aparente separación entre actores y audiencia, esta es fotografiada y grabada, y sus imágenes acaban apareciendo en los dispositivos que los performers utilizan. La representación difumina y reescribe el papel de la audiencia, y el acto de revertir el punto de vista cambia la naturaleza del evento. Un cambio que finalmente se materializa cuando se permite entrar al públic en el espacio escéncio, un espacio vacío y frío, desprovisto de muebles, iluminado por la luz de los dispositivos. Adaptación del texto de Alexandra Franetovich.
Con la colaboración de Homesession, Barcelona
Daniel Moreno Roldán – Goodbye, my sunny child (Life is brief)
Goodbye, my Sunny Child (Life s brief) es un monólogo-concierto que nos invita a pensar sobre las relaciones afectivas que establecemos con algunos aparatos digitales y sobre la idea de la muerte en los entornos virtuales. Esta propuesta, de naturaleza parateatral, está protagonizada por un tamagotchi, una mascota digital que se convirtió en un juguete muy popular a finales de los años 90.
El impulso para desarrollar este proyecto parte de la investigación que la ingeniera Natalie Silvanovich está llevando a cabo para descifrar el código y el funcionamiento de los tamagotchis, en el marco de la cual ha intentado resucitar algunos, todo ello con la voluntad de entender cuál podría ser el «sentido de la vida» de estas mascotas. El artista también ha encontrado inspiración en el «Tamagotchi Memorial», un foro de Internet donde la gente recuerda sus mascotas virtuales muertas.
En escena, una performer manipula uno de estos juguetes mientras Sunnytchi, el tamagotchi que protagoniza la acción, se nos dirige poco tiempo antes de morir y rememora algunos pasajes de su vida como ser digital. Al final del monólogo, Sunnytchi y la performer interpretan a dúo un tema musical, una versión de Gondola No Uta (life is Brief), que aparece en la película Ikiru (Vivir), de Akira Kurosawa.
Irene Solà + Estampa – M’has parlat i t’he dit que et vaig dir que no et digui
El colectivo artístico Estampa ha llevado a cabo una investigación sobre los procesos de aprendizaje automático de los robots con inteligencia artificial y sus posibles aplicaciones en la creación artística, haciendo uso de herramientas como las redes neuronales de aprendizaje profundo. Su práctica promueve una visión desmitificadora de estas inteligencias, proponiendo usos no normativos que dan lugar a funcionalidades disruptivas e inesperadas.
La artista visual y escritora Irene Solà -ganadora del Premio Documenta 2017 y del Premio Anagrama de Novela en catalán 2019) investiga los procesos de construcción narrativa y las relaciones entre imagen y texto a través de su práctica literaria y artística.
Para SWAB Performance, Irene Solà y Estampa han realizado un proyecto conjunto basado en una correspondencia epistolar entre la escritora y un robot (una red neuronal de aprendizaje profundo), el cual ha sido entrenado con un dataset conformado principalmente por cartas entre escritores de diferentes épocas. En esta correspondencia, que se ha desarrollado a lo largo del verano, la escritora y la máquina han compartido anécdotas y recuerdos, han reflexionado sobre aspectos relacionados con la literatura, la construcción de la identidad y la creación de personajes, y sobre muchas cuestiones, algunas descritas de manera más inteligible que otras. El robot, al que Solà ha llamado «M», ha ido revelando poco a poco su idiosincrasia y su manera particular de entender la literatura y la correspondencia epistolar.
En el marco de SWAB se escenificará una selección de las cartas entre Irene Solà y «M», las cuales formarán parte también de un repositorio digital accesible al público.
Con la colaboración de Fundació Miró.
Fecha: Sábado 28 de Septiembre, 8 pm
Duración aproximada: 15 minutos
Pedro Torres – Semi-luna-negra
La propuesta performativa de Pedro Torres consiste en un audio-walk (un recorrido a pie guiado mediante una pista auditiva) que se dirige a un grupo reducido de participantes y transcurre por algunos lugares próximos al recinto ferial donde se celebra SWAB.
A lo largo de todo el recorrido los participantes llevarán los ojos tapados y mediante unos auriculares conectados al teléfono del artista, escucharán un relato sonoro articulado a partir de referencias históricas, científicas y mitológicas, así como citas de textos sobre cultura visual. La narración sirve al artista para hablar sobre aspectos relacionados con la imagen y la visión, así como de diferentes aparatos que a lo largo de la historia han sido asociados a la mirada y a la acción de obtener imágenes, como el telescopio, la cámara Polaroid o los teléfonos móviles inteligentes.
Privándonos del sentido de la visión -el que principalmente nos ayuda a orientarnos en el entorno- otras formas más intuitivas de circular por el espacio se incentivan: la conciencia del cuerpo se refuerza y el sentido del oído se agudiza. Al mismo tiempo, el «teléfono inteligente» o smartphone -un aparato que, a pesar de ser un teléfono, ya poco se utiliza para hacer llamadas- adquiere de nuevo relevancia como dispositivo sonoro relacionado con la escucha y la voz.
Programa con la colaboración de: